Aquí os dejo una escena que Jennifer prefirió no meter en el primer libro de la saga Lux. No entiendo por qué, ya que es perfecta *___*
¡¡¡¡Yo también quiero helado con Daemon!!!!
PD: Sé que los espacios y las comas y demás están mal usadas, pero la propia Jennifer dijo que era porque lo subió sin editar.
Daemon y yo nos miramos el uno al otro desde lados opuestos de mi porche. Bueno, yo era la que observaba fijamente y él sonreía con superioridad.
"Puedo quedarme sentado aquí toda la noche" dijo, apoyándose contra la barandilla como si realmente estuviera planeando acampar allí toda la noche. Recordé el día en que me invitó a ir a nadar. Si le provocaban, podía convertirse en alguien con tal determinación que acababa siendo molesto. "Si quieres un helado, voy contigo." Las llaves se me clavaban en la palma de la mano. "No quiero que vengas conmigo." "No.me.importa." Por un segundo, me distraje con imágenes de mí, volando por el porche y pegándole con mis llaves - no en aquella hermosa cara, claro - como si fuera un ninja.
Se pasó una mano por el pelo, palmeándose la frente. "La única opción que me queda es mandar a Dee a que te traiga un poco de helado." "¡Se lo comerá todo antes de que esté de vuelta!" Sus labios se tensaron. "Eso es cierto. Entonces supongo que vas a coger ese pequeño y precioso culo" apuntó a la puerta principal de mi casa con una mano "y vas a volver dentro de la casa, donde no hay ni helado ni sirope de chocolate."
Suspiré. No era que no entendiera que no podía andar sola. Todavía había un Arum por ahí, y ya que seguía brillando como una bola de discoteca, era un blanco fácil. Pero había alcanzado mi cuota aceptable de Daemon por un día.
"O virutas del color del arcoiris" continuó malévolamente. "O esas cucharillas tan chulas que te dan en esa tienda perfecta de la ciudad." Respirando con profundidad, crucé los brazos. "Estás muy equivocado."
"¡Oh! y en tu casa no te sirven dulcemente. Y tampoco hay conos para el helado. O helado en general."
Gruñí, luchando contra el impulso de golpearme la cabeza contra la pared de mi casa. "Dios, te odio a veces." Daemon mostró sus perfectos dientes blancos. "No, no lo haces." En vez de discutir con él, eché a andar. "Vale. Vámonos." "Por fin has entrado en razón." Antes de que pudiera responderle o hacer algo, me quitó las llaves de la mano. "¡Oye!" exclamé. "¿Qué crees que está haciendo?"
Daemon ya estaba junto a mi coche, abriendo la puerta del conductor. Odiaba cuando utilizaba su super-velocidad. Me lanzó una mirada inocente. "Lo siento. No confío mi vida en tus manos cuando conduces." Puse los ojos en blanco y me lancé hacia el lado del pasajero. "Perfecto. Conduces. Lo que sea." Se rió entre dientes y mi piel picó de irritación y... y no sabía qué más estaba pasando allí. ¿Diversión? Definitivamente. Nadie me hacía sentir como lo hacía Daemon. Un momento me provocaba, haciéndome querer estallar por su culpa, y al siguiente me hacía sentir cosas que no tenían sentido para mí.
Pero me había salvado la vida. ¿Cuántas veces ya? ¿Tres? Probablemente más si contaba al oso y cuando me defendió de otro Luxen. Vaya, yo era un fastidio.
Y había permanecido conmigo después del baile. No porque se sintiera obligado, sino porque sabía que estaba asustada. En el fondo, Daemon podía ser un chico decente cuando quería.
Estuvimos discutiendo todo el camino hasta llegar a la ciudad: sobre la emisora de radio, el límite de velocidad, de si debía cambiarle los frenos al coche, y por qué debería ponerle otros neumáticos antes de que empezara a nevar. Cuando llegamos al Mom and Pop, Daemon salió primero del coche, apretando el cierre automático antes de que yo pudiera salir del coche. "¡Argh!" Apreté el botón para abrir las puertas y la abrí con fuerza. "¡Idiota!" lanzándome una sonrisa ladina sobre sus hombros, abrió la puerta de la tienda para mi. "Las señoritas primero." Agotada, me moví lentamente hacia delante, medio esperando que me la cerrara en la cara, pero cuando no lo hizo, murmuré "Gracias."
Su risa sofocada me provocó un estremecimiento. "Suenas tan sincera" dijo, caminando tras de mí. "Entonces, ¿qué te apetece?"
Una imagen fugaz de él apretándose contra mí apareció en mi mente, su mano posada sobre la piel de mi estómago. Mi pecho ardió. Probablemente seguía pensando en aquél momento porque Daemon había estado dormido y no había abierto su molesta boca.
Daemon se inclinó hacia mí y murmuró "Helado, gatita. Estoy hablando de helado." "Lo sé." Le empujé, pero era como tratar de mover una montaña. No se fue a ningún lado y abandoné el intento cuando alzó un brazo y rodeó con él los hombros.
Me condujo a través de los pequeños reservados hasta llegar al mostrador donde había un cartel que decía HELADOS PARA CADA ESTACIÓN. En el momento en el que vi los cubos de delicioso helado, mi estómago tembló.
Había tantas opciones. La gran parte eran de sabores típicos -calabaza, mantequilla de manzana, de nuez y muchos más. Daemon se pidió una combinación de distintos sabores que hizo estremecerse a mi estómago y yo me decidí por chocolate y vainilla. Por supuesto, la chica que nos atendió lo roció con sirope y virutas de chocolate.
Cogiendo nuestras tarrinas, nos fuimos hacia un reservado hacia el fondo y nos sentamos. Sólo había dos personas más en la tienda, y si no hubiera sido por la emisora de radio que emitía los clásicos, el silencio habría sido insoportable.
Habría sido demasiado incomodo.
Me lancé hacia mi helado, que no comía en semanas. No es que yo comiera mucho helado, pero oye, cuando tenía ganas de él, me ponía frenética. Y éste estaba perfecto. El sirope era como un lago de chocolate en mi bol.
Levantando la vista, me encontré a Daemon mirándome con los ojos caídos. "¿Qué?" Se encogió de hombros.
Sentí la sangre coloreando mis mejillas. "¿Me estás observando mientras como?" "Sí." Se metió una cucharada enorme de helado en su boca. "Eso no es raro ni nada por el estilo." Cohibida, moví la cucharilla por la mezcla de helado. "¿Puedes mirar a otra persona?" Un lado de su boca se alzó. "No quiero mirar a nadie más." Mi estúpido corazón se desbocó como si aquello fuera una declaración de amor. "¿Siempre haces lo que quieres?"
Contuvo la risa. "No tanto, gatita. Y además, no hay mucha gente aquí. Creo que la otra mujer tiene ochenta y cinco años. Prefiero mirarte a ti." "Vaya, gracias." "De nada" Puse los ojos en blanco. El silencio se instaló entre nosotros y luché por encontrar algo que decir. "¿Vienes mucho por aquí?" No me respondió inmediatamente y aparecieron líneas de tensión en su rostro. "Solíamos venir." Me tomó un momento entender lo que quería decir y sentí como mi pecho se tensaba. "¿Solíais?"
Su mirada se quedó vacía, como mirando al infinito. "Solíamos venir cada semana aquí... con Dawson. Como para Dee, el helado era otro grupo de comida para él." Miré hacia un lado, sintiéndolo por él y por Dee. "¿Y ya no vienes con Dee?" "No." Probablemente porque era muy duro para ellos, tuve el presentimiento de que Daemon evitaba cualquier cosa que le recordara a su hermano. Me pregunté por qué entonces había elegido este lugar, porque por lo que pude deducir de sus movimientos tensos, los recuerdos le hacían daño.
Me mordí el labio mientras jugaba con la cucharilla, sin hambre. No sabía lo que era perder a un hermano, pero sabía lo que era perder a alguien a quien amas. Quien quiera que dijera que el dolor disminuía con el tiempo, no tenía ni idea. Claro, la pena ya no aparecía con tanta frecuencia, pero cuando lo hacía, era como si te atravesaran el corazón con un cuchillo cada vez. "¿Gatita?" "¿Qué?" Le miré.
Inclinándose sobre la pequeña mesa, su mano apareció velozmente y de repente me rozó el labio superior con su pulgar, con suavidad. Me quedé sin aire y noté un nudo en el estómago. ¿Qué estaba haciendo? Nuestras miradas volvieron a encontrarse. Me ordené a mi misma moverme o apartarle la mano, pero mi cuerpo rehusaba escuchar a mi sentido común. En vez de ello, mi cuerpo empezó a recordarme qué sintió aquella mañana en que me desperté con las manos de Daemon en mi cuerpo, la deliciosa sensación del peso de su cuerpo, una experiencia totalmente nueva, y cómo en aquél momento, nada parecía importar más que él y yo. Daemon sonrió con suficiencia. La sangre latía en mis mejillas. A veces me preguntaba si realmente podía leer las mentes y simplemente me había mentido sobre ello.
Sus dedos permanecieron en mi barbilla por unos largos segundos y cuando se echó hacia atrás, cogió su cuchara. "Tenías helado en el labio." "Oh" Sus pestañas cubrieron su brillante mirada. "Vale. He mentido." Pestañeé. "¿Sobre qué?" "El helado." Me le quedé mirando y eché la cabeza hacia un lado. "¿Has mentido sobre lo del helado en mis labios?" Daemon asintió. "¿Por qué?" Sentí un hormigueo de placer en mi labio inferior. "¿Por qué no?" Sacudí la cabeza. "No te entiendo, no tiene sentido." "Sí tiene sentido." Dejó su cucharilla en el bol vacío y se recostó sobre el respaldo del asiento. De sonreír con suficiencia, pasó a tener el entrecejo fruncido, haciendo que aparecieran arrugas entre sus cejas. "Tienes los labios suaves."
"Yo..." No tenía ni idea de qué decir. Por cómo lo dijo no sonaba como un cumplido, como si fuera mi culpa tener los labios suaves. "¿Qué? ¿Preferirías que los tuviera agrietados y ásperos?" "Sí." "Vale, lo que tú digas." Dejé mi bol a medio terminar. Mi labio aún hormigueaba. "Estoy lista para volver a casa."
Esas ridículas, pero envidiables pestañas se abrieron y me vi atrapada en la intensidad de sus luminosos ojos. El aire se escapó de entre mis labios entreabiertos como a una de esas chicas estúpidas que aparecen en las películas.
¿A quién pretendía engañar? Daemon conseguía convertir a cualquier persona del sexo opuesto en una de esas chicas estúpidas. Yyyyyy mi maldito labio seguía hormigueando.
Daemon abrió la boca, pero entonces volvió a cerrarla. Un músculo de su mandíbula palpitó. "Vamos."
No tenía ni idea del por qué de su cambio brusco de humor, por lo que fui a deshacerme de mi tarrina, pero Daemon se interpuso y cogió nuestros envases. Después le seguí fuera, pensando que iba a ser un viaje de vuelta realmente extraño.
Como de costumbre, me dirigí al lado del conductor, pero recordé que Daemon me había quitado las llaves y aparentemente pensaba que yo era la muerte segura tras el volante. Pero Daemon se paró y se dio la vuelta. "¿Qué estás...?" Me pilló tan desprevenida, que reboté sobre el increíblemente duro pecho de Daemon y me tambaleé hacia atras.
Su brazo apareció rápidamente y me tomó de la cintura. Mis manos volaron hacia arriba y se posaron en su pecho, para estabilizarme. Sintiéndome como una idiota, alcé la mirada hacia la suya. Y todo se congeló.
O al menos, nosotros lo hicimos. Creo que Daemon ni respiraba. Estábamos tan cerca que nuestros cuerpos se tocaban casi al completo, como aquella mañana. Una sensación de calidez fluyó desde mi cabeza hasta la punta de mis pies.
Su mano se deslizó de mi cadera, hacia mi espalda y se paró justo al borde de mi cabello, provocando una sensación de zumbido por todo el camino. Cuando bajó su cabeza y sus labios rozaron mi oreja, casi perdí la capacidad de respirar. "Tienes que tener más cuidado, gatita." Yo asentí, ida.
Daemon no me soltó. Su mano se agarró a la parte de atrás de mi camiseta, cogiendo partes de mi cabello. Un estremecimiento le recorrió -¿o tal vez me recorrió a mí? No lo sabía. La anticipación y un deseo muy agudo complicaban las cosas. Su barbilla me rozó la mejilla y por un momento pensé... No sé que pensé. Y no importaba, porque él me soltó me rodeó. Sentí como si él siguiera allí, con su brazo a mi alrededor y sus labios peligrosamente cerca. Era una sensación que sabía que perduraría, como los sentimientos confusos que me atravesaban cada vez que estábamos cerca el uno del otro.
la verdad muchas gracias por todo lo que haces.
ResponderEliminarUi, muchísimas gracias *_*
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